En el funeral de mi padre, mi marido se inclinó hacia mí y me susurró: «No eres necesaria aquí». Yo simplemente sonreí.

 

 

Señora Hall. No Llorente. Hall. Mi nombre de nacimiento, el que mi padre siempre quiso que llevara con orgullo.

En ese momento, comprendí que mi vida había cambiado para siempre. Mi padre no solo me había dejado su recuerdo, sino un legado secreto, cuidadosamente protegido de quienes pudieran haberme manipulado o utilizado.

Mientras Tomás nos observaba desde la acera, con el rostro contraído por la incomprensión, yo sabía que lo que estaba por suceder no era el fin de una era…

Ese fue el verdadero comienzo.

Los hombres que asistieron al funeral me acompañaron a la casa familiar en el barrio de Sarrià, una casa grande que Tomás siempre había envidiado. Nunca me había atrevido a llevarlo allí mientras mi padre vivía; desde su primer encuentro, Richard había preferido mantener las distancias con él.

El líder del grupo, Gabriel Knox, me entregó una camisa negra.

"Tu padre nos ordenó que te diéramos esto tan pronto como falleció", explicó.

Mi corazón se aceleró. Abrí la carpeta con cuidado. Dentro había documentos bancarios, escrituras de propiedades en Barcelona, ​​Málaga y Londres, y una carta escrita de puño y letra de mi padre, inconfundible entre miles.

Lo abrí.

“Mi querida Alexandra,

Sé que durante años dudaste de tu propio valor porque alguien te lo hizo dudar. No te culpes. Los depredadores siempre reconocen la bondad como una debilidad, y Tomás lo vio desde el primer día. Por eso mantuve mi fortuna oculta, para protegerte. Ahora es tuya. Úsala con sabiduría, con dignidad... y con libertad.

Tuve que cerrar los ojos. Mi padre había visto lo que yo me negaba a admitir.

Tomás nunca me había amado. Él me había elegido.

Cuando llegué a casa, Tomás me esperaba en la sala, nervioso, sin poder ocultar su ansiedad.

—¿Qué pasa, Alex? ¿Quiénes son estas personas? —preguntó, con la voz más alta de lo que pretendía.

Me quité el abrigo con calma.

“Son parte del equipo que me dejó mi padre”.

Él frunció el ceño.

"¿Bajo tu responsabilidad? ¿Desde cuándo tienes un... 'equipo'?", dijo, dibujando comillas en el aire.

“Desde hoy”, respondí, dejando claro que la situación había cambiado.

Pero Tomás no soportaba perder el control.

—No puedes gestionar una herencia así. No tienes experiencia. Déjame encargarme —dijo, acercándose, intentando parecer protector.

—La herencia es mía —respondí con firmeza—. Y ya no necesito que gestiones nada.

Sus ojos brillaban con una ira apenas contenida.

"¿Qué más te dejó ese viejo?" gruñó entre dientes.

Me acerqué hasta quedar a sólo unos centímetros de él.

Mucho más de lo que te imaginas. Y también me dejó instrucciones. Sobre ti.

Un pesado silencio cayó.

Tomás intentó recuperar la compostura.

"Alex... hablas como si fuera tu enemigo. Solo quiero ayudarte."

—Mi padre dejó pruebas —interrumpí—. De todas tus deudas ocultas, de las empresas que abriste en mi nombre sin decirme nada, de tus alianzas con gente que no quiero volver a ver en mi vida.

Se puso rígido.

"No sabes de lo que estás hablando."

 

 

 

⬇️Para obtener más información, continúa en la página siguiente⬇️

Leave a Comment