"¡Todo es gracias a mí! ¡Sin mí no eres nada!"
Lo miré hasta que la lluvia lo envolvió.
La verdad era simple: nunca había necesitado a Tomás. Solo necesitaba recordar quién era antes de él.
Con el tiempo, me mudé a un ático en Passeig de Gràcia, transformé una de las propiedades en un centro de apoyo y comencé a trabajar con los asesores de mi padre, aprendiendo a gestionar lo que él había construido.
Un día, mientras firmaba un acuerdo importante, comprendí algo:
mi padre no sólo me había dejado una fortuna.
Él me había dado una nueva vida.
Una vida en la que yo era quien elegía a quién dejar entrar.
¿Y quién lo dejará en el pasado?