severa y algunos huesos rotos. Estaba vivo. Dos días después, mientras Ricardo estaba sentado entre las camas de Leo y Sofía, su teléfono sonó. Era su jefe de seguridad. Lo tenemos, señor. Al conductor. Cantó como un pájaro en cuanto le ofrecimos protección. Ricardo cerró los ojos. Seis meses después, el sol brillaba sobre el agua azul de la alberca de la mansión Castillo. Manuel, el padro de Leo, ahora completamente recuperado y ascendido a jefe de todos los jardines de las propiedades
de Ricardo, podaba unas rosas con una sonrisa.
En el borde de la alberca, Ricardo observaba la escena no con la mirada ausente de un millonario, sino con la atención plena de un padre. Dentro del agua, Leo sostenía con cuidado a Sofía enseñándole a flotar. Confía en mí", le decía él. "yo sostengo." Ella que meses atrás no podía emitir un sonido, ahora reía. Una risa cristalina que llenaba todo el jardín. "El agua está fría, Leo", exclamó salpicándolo. Él le devolvió el salpicón y una guerra de agua comenzó.
En el borde de la alberca, Ricardo observaba la escena no con la mirada ausente de un millonario, sino con la atención plena de un padre. Dentro del agua, Leo sostenía con cuidado a Sofía enseñándole a flotar. Confía en mí", le decía él. "yo sostengo." Ella que meses atrás no podía emitir un sonido, ahora reía. Una risa cristalina que llenaba todo el jardín. "El agua está fría, Leo", exclamó salpicándolo. Él le devolvió el salpicón y una guerra de agua comenzó.
Ricardo los miró y una lágrima rodó por su mejilla, pero esta vez era una lágrima de pura y absoluta felicidad. Había perdido a su esposa, casi pierde a su hija y había descubierto la traición en su propia sangre. Pero en medio de esa oscuridad había encontrado a un niño con una fe inquebrantable que le enseñó que los milagros existían y al hacerlo, le había regalado no solo la voz de su hija, sino un nuevo hijo y una nueva razón para vivir.
El silencio en la mansión finalmente se había roto, reemplazado por el sonido más hermoso del mundo, la risa de sus hijos. Ha llegado el momento de nuestro ritual. No es solo un comentario, es una declaración de poder. La historia de Sofía y Leo nos enseña que incluso en el silencio más profundo, la voz de un amigo puede obrar milagros. Baja a los comentarios y escribe el silencio se rompió. Al escribirlo, declaras tu fe en el poder de la amistad y la esperanza para superar
cualquier tragedia