¿Señora Lemoine? Soy abogada. Llamo por Leo y Elise. Se trata de una herencia.
Al principio, pensé que era un error. Pero no: una tal Sophie, su madre biológica, acababa de dejarnos una herencia invaluable. En la carta que había dejado, reconocí la misma letra temblorosa que en la nota anterior.
Sophie contó su historia: una joven obligada a renunciar a sus bebés, pero que nunca dejó de cuidarlos. ¿Los sobres misteriosos? Era ella. Y antes de irse, quería conocer a los niños.
Un encuentro emotivo
Léo y Élise, ya adolescentes, aceptaron sin dudarlo. En la habitación del hospital, Sophie susurró: «Siempre te he querido».
Su mirada se posó en Clara: «Te vi ese día. Los abrazaste con tanta ternura. Sabía que estarían en buenas manos».
Mi hija rompió a llorar. «Tú eres quien hizo realidad mi deseo», respondió.
Sophie falleció en paz pocos días después. El legado que nos dejó aseguró nuestro futuro, pero el verdadero tesoro fue la prueba de que el amor puede trascender el tiempo .
Incluso hoy, cuando veo a Leo y Elise riendo con Clara, recuerdo ese cochecito en nuestra puerta. Algunas bendiciones no llegan como se espera... pero cambian una vida para siempre.
Porque en el fondo los milagros más bellos suelen comenzar con un simple acto de compasión.