Su marido se fue al extranjero y cortó todo contacto. Ella se quedó para cuidar a su suegra paralizada durante 20 años... Y el final fue increíble.

 

Cuando le preguntaron por qué no cobraba más, Priya simplemente sonrió:

“Amma vivía de la avena que yo le preparaba.

Ahora vivo de su venta y de ayudar a otros.

"Eso es más que suficiente."

Esa tarde el lugar estaba abarrotado.

En un rincón, una anciana temblando comía lentamente las gachas calientes.

Ella miró hacia arriba y dijo:

“Hijo mío, estas gachas están deliciosas. Calientan el alma.”

Los ojos de Priya se llenaron de lágrimas. Recordó a Amma.

Ella se inclinó ligeramente y susurró:

“Señora… lo hice con todo el amor que una vez recibí.”

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