Una niña negra de 12 años salvó a un millonario que sufrió un derrame cerebral en un avión… Al día siguiente, su vida cambió para siempre.

Amara Johnson, de doce años, jamás imaginó que sería ella quien salvaría la vida de un hombre durante un vuelo de Atlanta a Nueva York. Viajaba sola por primera vez, abrazando su mochila y las palabras de su madre:

“Sé valiente, cariño. Eres más fuerte de lo que crees.”

A mitad del vuelo, el caos estalló en primera clase.
Un hombre —blanco, elegante y claramente adinerado— se desplomó de repente en su asiento, temblando. Sus labios se pusieron pálidos. Los pasajeros gritaron. Las azafatas se quedaron paralizadas.

“¿Hay algún médico a bordo?” — gritó una de ellas con voz temblorosa.

Nadie se movió. Pero Amara sí.

Dos años antes, había tomado un curso comunitario de RCP después de que su abuelo muriera de un ataque al corazón. Practicó tanto que su instructor le dijo que tenía “manos hechas para salvar vidas.”
Ese día, esas manos estaban a punto de hacer un milagro.

Amara corrió hacia el hombre.

“¡Está sufriendo un derrame cerebral!” — gritó.

La azafata dudó.

“Cariño, por favor, aléjate…”

Pero Amara no retrocedió.
Le revisó el pulso, le inclinó la cabeza y comenzó las compresiones torácicas tal como le habían enseñado.

“¡Necesitamos elevarle los pies, rápido!” — ordenó.

La multitud obedeció. Ella guió a las azafatas paso a paso hasta que el hombre comenzó a respirar de nuevo.

Cuando el avión aterrizó, los paramédicos corrieron hacia él. Todos miraban a la niña como si fuera una superheroína.
El hombre al que había salvado se llamaba Charles Whitmore, un millonario inversor tecnológico conocido por su carácter reservado. Antes de ser llevado en camilla, murmuró con voz débil:

“Tú… tú me salvaste la vida, jovencita.”

 

 

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