Ese día, pensé que sería una tarde normal. Estaba corrigiendo los dibujos de unos alumnos cuando la puerta principal se cerró de golpe. Ninguna voz conocida, ningún "¡Mamá, ya llegué!". Solo silencio. Segundos después, mi hija de 14 años estaba de pie en la escalera, pálida, abrazando con fuerza un cochecito… con dos bebés recién nacidos. Lo que aún no me había dado cuenta era que ese momento transformaría a nuestra familia y revelaría un secreto inimaginable, diez años después.
Un deseo de infancia y un descubrimiento inesperado
Clara nunca fue una adolescente típica. Mientras sus amigas hablaban de maquillaje y canciones de moda, ella soñaba con dar amor. Por las noches, la oía susurrar oraciones tras la puerta:
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